6:30 AM, suena el despertador y el sol todavía no se asoma por Monterrey. Doy un salto de la cama con más entusiasmo del usual, y es que la prueba que se avecina este día es todo, menos ordinaria. No conduciré ningún modelo exótico; realizaré un reto tan interesante, como intrigante: regresar a Ciudad de México con un solo tanque de combustible, en un trayecto previsto para recorrer más de 1,000 kilómetros. ¿La excusa? Probar el consumo de gasolina del Dodge Attitude.
Más de 1,000 kilómetros con 42 litros de gasolina no es poca cosa. Si creerlo cuesta trabajo, conseguirlo todavía más. O al menos eso creíamos. En punto de las 8:30 de la mañana comenzamos la ruta aplicando al máximo nuestras habilidades de ecoconducción. Tienes razón al pensar que ningún dueño de un Dodge Attitude querrá replicarlas por las incomodidades que supone, pero oye, gastar tan poquito aún bajo estas condiciones tiene su mérito.
Los trucos para hacer rendir cada gota de gasolina
Todo eso que alguna vez escribimos sobre cómo exprimir al máximo cada gota de combustible comenzaba a cobrar sentido. El amanecer en Monterrey había sido indulgente con la temperatura, por lo que no hubo necesidad de encender el aire acondicionado para enfriar la cabina. A decir verdad, la temperatura máxima que registramos a lo largo del viaje fueron 25 ºC. En ningún momento encendimos el aire acondicionado. ¿Nos hubiera encantado hacerlo? ¡Por supuesto! Aunque hubiese sido más por capricho que por necesidad real.
El truco para mantener una temperatura —más o menos— decente fue circular los tramos más lentos con los cristales abiertos apenas 5 centímetros de cada lado, para crear una corriente de aire al interior. Cuando no, bastaba con el aire proveniente del ventilador, que por obvias razones sólo sirve cuando la función de recirculación de aire de la cabina está desactivada.
La velocidad fue un tema crucial para lograrlo. Mientras algunos de nuestros colegas prefirieron viajar a 70 km/h, nosotros mantuvimos un ritmo constante entre 90 y 100 km/h. A nuestro parecer, era el mejor momento del motor: se circula a quinta velocidad con el tacómetro en torno a 2,800 revoluciones. Quizá hubiésemos conseguido un rendimiento mejor a 2,000 rpm, sin embargo, a ese rango la cantidad de par desarrollada por el motor es susceptible a cualquier cambio en la inclinación del camino, obligando a hacer cambios de velocidad descendentes de manera constante para conservar el ritmo.
El Dodge Attitude utiliza un motor de tres cilindros, de 76 hp y 74 lb-pie. Nuestra unidad de prueba contaba con transmisión manual de cinco velocidades, aunque existen versiones automáticas con caja continuamente variable (CVT). La respuesta del propulsor no es digna de ninguna carrera —salvo que sea de resistencia—, pero genera suficiente poder para la mayoría de las situaciones urbanas. En carretera, con paciencia, se puede mantener buen ritmo, siempre al borde del límite de velocidad.
El truco más extremo al que recurrimos durante el viaje —y que seguramente nadie practica— fue viajar detrás de un camión de carga para "cortar el viento". Se dice fácil, aunque encontrar un camión que viaje al mismo ritmo que nosotros y que se deje ir persiguiendo por varios kilómetros no es nada sencillo. La mayoría reducían su velocidad, se hacían a un lado o frenaban bruscamente cuando notaban que llevábamos ya varios kilómetros detrás de ellos sin aprovechar oportunidades de rebase.
La implacable voz que te dice "no vas a llegar"
Cuando hablamos de rutas demandantes, usualmente es porque la marca decide llevarnos por carreteras de curvas cerradas, vías de doble sentido estrecho o pendientes muy inclinadas —o una combinación de las tres. En este caso, el volante del Attitude se mantuvo prácticamente en la misma posición todo el viaje. Lo demandante no venía del trazado de la carretera, sino de la naturaleza del reto: aprovechar cada gota de combustible y recorrer más de 1,000 kilómetros entre sólo dos conductores, con una parada intermedia en San Luis Potosí para comer.
La mayor parte del camino, la computadora de viaje nos marcó un consumo de 4.0 litros por cada 100 kilómetros. Si son 42 litros de combustible, la calculadora anunciaba el alarmante resultado de 1,050 kilómetros de autonomía en total... cuando el trayecto era de casi 1,100. La marca, además, no nos dejaría recargar combustible hasta que el tanque se vaciara y el auto se apagara.
Así, aun con miedo de quedar varados a la mitad de la carretera, continuamos explotando nuestras habilidades de ecoconductores. El trayecto más cardíaco, como puedes imaginar, fue el último, que comenzó entre Querétaro y Ciudad de México. La última de las ocho rayitas del indicador de combustible desapareció, aunque el auto todavía seguía andando.
Con 96 kilómetros por delante y el indicador digital vacío, continuamos el trayecto, sin la certeza de saber la autonomía restante. Durante los últimos kilómetros, un vehículo de FCA venía tras nosotros con un galón de gasolina por si llegara a ser necesario. Sorpresivamente, no lo fue. Llegamos al corporativo de la marca en Santa Fe, en Ciudad de México, sobre las 2 de la madrugada, con 1,096 kilómetros recorridos y el coche todavía andando.
Hubo colegas aún más extremos que, al llegar al destino con el coche encendido, dieron vueltas hasta agotar el combustible. El récord fue de 1,256 kilómetros... ¡29.9 km/l! Eso sí, con varias horas de diferencia respecto a nuestra llegada.
Más allá del consumo, ¿vale la pena el Dodge Attitude?
La más grande de las virtudes del Dodge Attitude es el rendimiento de combustible, aunque la confiabilidad detrás de un vehículo desarrollado por Mitsubishi —Dodge sólo le pone los emblemas— es un punto importante. Si lo que buscas es un vehículo ahorrador, relativamente espacioso y confiable, el Attitude puede ser una opción interesante siempre que entiendas el tipo de auto que tienes en tus manos: uno al que debes exprimirle más kilómetros por litro que caballos de fuerza.
Con frenos más potentes y una dirección más precisa, el Dodge Attitude sería un vehículo aún más interesante. Su suspensión nos pareció perfectamente afinada para asfalto maltratado, sin ser incómoda ni crear una excesiva sensación de lancheo. En entornos urbanos cumple, quizá no con el refinamiento de un Hyundai Grand i10, aunque sí con una dosis extra de equipamiento, como llave inteligente y —para el modelo 2019— Android Auto y Apple CarPlay. La única versión de Attitude que no recomendamos en lo absoluto es la SE manual, pues carece de frenos ABS.
Con un rango de precios que va de 182,900 a 234,000 pesos, el Dodge Attitude ofrece rendimiento, durabilidad y equipamiento a un precio interesante. Su mejor carta de presentación es, quizá, también su peor argumento en contra frente a algunos de sus competidores: un motor tan pequeño supone un buen rendimiento de combustible —si sabes exprimirlo— aunque también prestaciones básicas. Por ese precio, Chevrolet Aveo, Volkswagen Gol Sedán, Ford Figo y Nissan Versa ofrecen motores más potencia y espacio, aunque no con la misma promesa de eficiencia. Cuestión de decidir entre prioridades.
Los gastos correspondientes al viaje para asistir a esta presentación han sido asumidos por la marca. Para más información consulta nuestra guía de relaciones con empresas.