Barato, ahorrador y parece "camionetita". El Renault Kwid —se pronuncia «kuid», no «cagüid» ni «quegüid»— es el pequeño hatchback con el que la firma francesa quiere triunfar en México. Por mucho que te lo prometan, no es un SUV, pero sí un urbano con lo necesario para sobrevivir en la hostilidad de las grandes ciudades.
El Renault Kwid fue desarrollado especialmente para mercados emergentes, como Latinoamérica o India; las unidades que rodarán por nuestro país son fabricadas en Brasil. Si estás familiarizado con la gama de Renault en Europa, el Kwid ocupa el lugar de Twingo, pero con características adaptadas a las necesidades locales —incluyendo el precio.
Un urbano con disfraz de SUV
Renault nos dijo que el Kwid es para gente que se viste a la moda con poco presupuesto, y no puedo estar más de acuerdo. Se trata de un urbano de bajo costo que recurre a algunos accesorios para encajar en la tendencia del SUV, al menos en apariencia. Sus líneas nacen de la misma pluma del diseñador de Logan, a quien retaron a crear un coche aún más accesible que Sandero.
El Kwid goza de todo el estilo de Stepway, Duster y demás modelos de Dacia adoptados por Renault. Mide 3.68 metros de largo, 1.47 metros de alto y 1.57 metros de ancho, pero adopta algunas piezas en plástico negro y mayor altura para disfrazarse de SUV. No es un todoterreno —ni pretende serlo— pero esos 18 cm libres respecto al piso le ayudarán a librar piedras, topes y baches.
No hay que ser experto para comprender que su mejor escenario son las grandes ciudades. Su carta de presentación es un motor de sólo tres cilindros y 1.0 litro, capaz de desarrollar 66 hp y 69 lb-pie, asociado a una transmisión manual de cinco velocidades. Sus números son pequeños, es cierto, pero hay tres factores a tener en cuenta: no es un vehículo familiar, no se creó para devorar autopistas y pesa sólo 760 kg.
Entendido lo anterior, el pequeño propulsor de 1.0 litro es suficiente. Lo "complicado" en realidad es acostumbrarse a los cambios de marcha. La relación de la primera es tan baja que prácticamente sólo se utiliza para arrancar desde cero; es mejor pasar los topes en segunda para evitar jaloneos incómodos.
Las tres primeras velocidades son muy cortas para escalar el tacómetro lo más rápido posible, pero cuarta y quinta son más largas para relajar al motor. Su enfoque tan urbano queda demostrado en el escalonamiento de la transmisión: se puede circular en quinta a 50 km/h —velocidad máxima en muchas vías secundarias del país— a tan solo 2,000 revoluciones.
Son pocas las situaciones en las que los 66 hp y 69 lb-pie no bastan. Nosotros probamos el Kwid por las carreteras de Chiapas, casi al nivel del mar, por lo que no sabemos cuánto pueda afectarle la altitud a este motor en ciudades como la capital del país. Lo cierto es que lo hicimos sufrir durante toda la prueba con cuatro pasajeros y una ruta que pasaba por San Cristóbal de las Casas, en un camino cuesta arriba.
El trayecto lo completó sin tanta dificultad, aunque hubo que jugar constantemente con la palanca de cambios e ir intercalando entre tercera y segunda, o cuarta y tercera. Para rebasar acelerábamos a fondo, pero en ocasiones se nos acababa el tacómetro —hasta llegar al corte de inyección— justo a la mitad de la maniobra; hay que ser calculadores antes de aventarse. En pendientes muy inclinadas, con el coche lleno, será mejor tomar vuelo, porque incluso en primera le cuesta "escalar".
Ahora bien, hablemos del chasís. Lo más sobresaliente fue la dirección, que a diferencia de otros modelos de la casa, sí lleva asistencia eléctrica. Es ligera y mucho más comunicativa de lo que hubiésemos imaginado, aunque tampoco ofrece una precisión quirúrgica. Su puesta a punto nos parece adecuada para su propósito: movilidad urbana.
La suspensión es muy blanda y tiende a ser saltona ante irregularidades, como topes o baches, sin embargo, transmite mucha robustez, similar a lo que sucede en un Duster. La altura respecto al piso le ayudará a pasar los topes peor planeados de la ciudad, aunque pasa su factura en curvas, donde la velocidad se transforma en un body-roll que nos recuerda la altura del centro de gravedad, el largo recorrido de la suspensión y la suavidad de su amortiguación.
Una cabina que no sorprende, pero tampoco defrauda
Hablemos ahora de su cabina. El Renault Kwid nos recibe con plásticos rígidos —como en cualquier urbano— y un diseño similar al de Duster o Stepway. Probamos la versión más equipada, que pese a su enfoque low-cost, adopta ciertos elementos que rompen con la monotonía de un auto barato: hay decoraciones naranjas en volante y puertas, algunos acabados en negro brillante y una tapicería en tela bastante atractiva.
Como buen auto de espíritu francés, algunos controles están ubicados en el lugar menos pensado. Los controles de los cristales eléctricos delanteros, por ejemplo, se ubican en el grupo de botones arriba de la pantalla táctil. El diseño del tablero es sencillo y funcional, con algunos elementos que nos recuerdan a autos de los años 90, como el tacto de los controles del aire acondicionado o la palanca del sistema de recirculación de aire.
El espacio interior es, quizá, uno de sus puntos más flacos, y es que con 3.68 metros de largo, Kwid es uno de los autos más pequeños a la venta en México. Al frente es fácil encontrar la posición de manejo, aunque el volante sólo puede ajustarse en altura, no en profundidad. En la banca trasera, los pasajeros más altos no irán cómodos en viajes largos por el poco espacio para piernas y la altura del techo. Sorpresivamente, la cajuela es amplia —290 litros— pero su apertura no es del todo práctica; no hay un botón para abrirla desde fuera, sólo se hace introduciendo la llave o jalando una palanca al interior.
El equipamiento da buen valor por el dinero
El mejor argumento del Renault Kwid es el equipamiento, aunque ojo, en el modelo equipado sí hay algunos elementos que se echan de menos. En el básico tenemos lo indispensable: aire acondicionado, reproductor de música, conexión Bluetooth y seguros eléctricos automáticos.
Lo más plausible es que desde la versión básica ya incluye frenos ABS y cuatro bolsas de aire; la mayoría de sus competidores sólo ofrecen dos. Su evaluación de Latin NCAP le dejó una calificación de tres estrellas —decente, aunque no extraordinario. El Kwid a la venta en México se fabrica en Brasil con una estructura más sólida que el de India, cuya evaluación de seguridad fue un desastroso cero.
La versión más recomendable, a nuestro parecer, es la intermedia, llamada Iconic. Por $179,900 suma infotenimiento con pantalla táctil de 7 pulgadas, compatibilidad con Android Auto y Apple CarPlay, cristales delanteros eléctricos y computadora de viaje.
El tope de gama, llamado Outsider, no aporta nada más allá de la apariencia off-road. Al pagar $199,900 por un auto de 66 hp, nos parece extraño no contar con espejos eléctricos, controles de audio al volante, rines de aluminio o cristales traseros eléctricos. En el Kwid Iconic, el precio puede justificar estas ausencias; en el Outsider no.
Un hatch convincente para la ciudad
Con cuatro airbags en todas sus versiones, un buen nivel de conectividad y la promesa de un alto rendimiento de combustible, el Renault Kwid nos parece una opción interesantísima, sobre todo el Iconic. En un rango entre $160,000 y $180,000, donde encontraremos también a Fiat Mobi, Hyundai Grand i10 GL y Chevrolet Beat la propuesta de Renault se convierte en nuestra nueva recomendación.
El tope de gama sólo lo recomendamos si tu deseo por un urbano de estilo SUV es implacable. De otro modo, por $199,900, voltearíamos a ver a Hyundai Grand i10 GL MID o Suzuki Ignis y terminaríamos recomendándote Chevrolet Spark LT: 100 hp, mejores acabados, estructura sólida y cuatro bolsas de aire.