Lo recuerdo perfecto. Los resultados de las elecciones en Estados Unidos sucedían mientras algunos colegas y yo tomábamos un avión para regresar de una prueba de manejo. Celulares en modo avión e incertidumbre activada. ¿Qué pasó? Cuando aterrizamos, Donald Trump tenía la elección en su bolsillo y justo el 20 de enero del año siguiente subió al poder.
En su momento te explicamos con aguacates cómo es que sus múltiples amenazas podrían terminar desmoronando la industria automotriz en México, aun cuando a Trump no le convendría. Han transcurrido ya casi 365 días desde que comenzó su mandato y los cambios en el sector automotor ya comienzan a reflejarse en México.
Calma. La producción está cambiando, pero se mantiene a salvo
El discurso de Trump siempre ha sido muy nacionalista. Nacionalista y contradictorio, porque además marca un rumbo opuesto a la estrategia de los presidentes anteriores: llevarse la mano de obra hacia la periferia para potenciar los cuarteles generales y el mundo financiero en los Estados Unidos.
El hombre utiliza Twitter como herramienta para hacer comentarios pasivo-agresivos que alteren la calma (?) del mundo. Desde su smartphone ha desatado polémica al hablar de África, Haití, Corea del Norte, México y otros países... pero también ha arremetido en contra del sector privado.
Todo esto que te cuento, por supuesto, no es nada nuevo, y a menos que hayas estado en coma durante todo 2017, sabrás a lo que me refiero. Pero de la amenaza a la ejecución hay un paso muy grande que Trump no ha dado, bien sea porque no ha querido o simplemente no ha podido.
La industria automotriz, antes de una fuente de entusiasmo para fanáticos, es eso: una industria donde todo gira en torno al dinero. Las marcas deben tomar las medidas necesarias para proteger sus finanzas, independientemente de si la cabeza de la empresa comparte o no la ideología del presidente.
Sin esto todavía en mente comenzamos el 2017 con la noticia de que Ford echaba marcha atrás a su fábrica en México. Una noticia que nos cayó como balde de agua helada y que desencadenó toda una campaña de boicot hacia la marca en redes sociales. Campaña que, por cierto, carecía de sentido.
Ford jamás mencionó que la causa de sus decisiones hayan sido a raíz de los comentarios de Trump y su intención de implementar un impuesto arancelario del 35% a lo producido en México. Bien pudo haber sido ésa la razón real, pero lo cierto es que Ford está atravesando un complejo proceso de reestructuración de estrategia global, al grado que la producción del Fusion pende de un hilo y la nueva generación del Focus, que iba a fabricarse en México, podría terminar cayendo en manos de los chinos. A todo esto se suma, además, una inversión prevista para fabricar un nuevo crossover eléctrico en nuestro país.
Los movimientos en la producción nacional de vehículos están en el ojo del huracán. Con las constantes amenazas de Trump, es lógico que nos hayamos vuelto sensibles a cualquier tipo de cambio y que queramos ver conclusiones políticas donde quizá sólo hubo una movida económica que la marca decidió a raíz de su propia estrategia, sin siquiera importar lo que piense el presidente. Puede ser cierto, puede no serlo; las versiones oficiales no aclararán jamás esta duda.
Lo que debe quedar claro es que la mayoría de las marcas no quieren dejar México. Toyota y FCA también han entrado en controversia al hablar en el cambio de la producción de algunos de sus modelos. Los japoneses iban a fabricar aquí el Corolla y terminaron reemplazándolo por Tacoma sin cambiar un solo peso de su inversión y con la misma cantidad de trabajos previstos. En FCA se llevaron la producción de una pick-up a Estados Unidos, pero pronto anunciaron un modelo que ocupará ese espacio que quedó libre en México.
Que no se nos olvide, además, la cantidad de nuevos modelos que empezaron a fabricarse en nuestro país recientemente. La propia FCA dio inicio a la producción del Compass, mientras que General Motors —aún con amenazas— echó a andar la fabricación de los Silverado y Terrain en nuestro país.
En BMW, que aún se encuentra construyendo su fábrica, saben que el panorama se puede complicar, pero no han cambiado nada de la estrategia inicial. Durante una visita que hicimos a la planta este año, uno de los directivos mencionó que, pase lo que pase, EE. UU. no es el único mercado al que pueden exportar desde México.
¿Cómo se refleja la salud de la producción en números? Fácil. La producción de autos en México creció un 8.8% en 2017, mientras que la exportación aumentó un 12%. Si nos centramos sólo en Estados Unidos, el 75.3% de lo que fabricamos en autos tiene como destino a nuestro país vecino del norte —lo que ya es una dependencia un 2% menor que el año anterior. Respecto a 2016, exportamos a Estados Unidos 9.4% más vehículos.
Y si queremos hacer enojar a Trump, los cuatro lanzamientos más importantes del Auto Show de Detroit —el más grande de Estados Unidos— son fabricados en México: Volkswagen Jetta, KIA Forte, RAM 1500 y Chevrolet Silverado.
Aun así ha sido un golpe duro para nuestra industria
En términos de producción seguimos hablando de números muy positivos, pero las ventas de autos se están enfrentando a un reto mayor. Por primera vez desde 2009 se vendieron menos años en México que el año anterior. En concreto, durante 2017 se matricularon 1,530,317 unidades, lo que representa un 4.6% menos que en 2016.
Una de las principales razones ha sido la volatilidad del dólar respecto al peso. Tan pronto se dio a conocer el resultado de las elecciones en Estados Unidos, nuestro peso se fue a los suelos. Durante 2017 subía y bajaba, lo que complica el panorama para decidir a qué precio debe venderse un coche.
Paulatinamente los precios de los autos nuevos comenzaron a elevarse y el consumidor lo resintió. Durante los primeros meses del año pasado manteníamos la tendencia de crecimiento; fue un primer trimestre muy saludable, en marzo incluso se vendieron 17% más coches que en el mismo periodo del año anterior. Abril fue el primer indicio de la caída que se avecinaba, y aunque en mayo volvió a estabilizarse, a partir de junio las ventas no dejaron de caer.
Lo hemos dicho muchas veces: será un 2018 llenos de retos. No estamos al borde de una crisis ni mucho menos, pero sí enfrentamos una desaceleración que no hay que descuidar. Como industria se nota un esfuerzo por hacer frente a las circunstancias y mantener al menos un primer semestre del año con números negros, aunque la recta final pinta complicada.
La incertidumbre de lo que sucederá con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte mantiene a directivos de marcas, analistas de la industria y consumidores muy al pendiente. De eso depende mucho de lo que sucederá en los próximos años.