Cuando la marca del óvalo presentó el Ford Thunderbird en 1955 como un vehículo deportivo, cómodo y lujoso con un gran bloque V8 bajo el cofre y acabados de primer nivel, el público estadounidense se volvió loco por él, superando en ventas inclusive a su rival directo, el Chevrolet Corvette, gracias a su manejo, diseño y desempeño inolvidable.
Este gran éxito orilló a la marca a mantenerlo en el mercado durante 40 años y si bien siempre gozó de un gran éxito, la realidad nos muestra que generación tras generación el modelo fue alejándose de su esencia original para adaptarse a las líneas y tendencias del diseño moderno, lo que, si bien no es totalmente malo, si alejó a muchos fans del modelo.
Por esa misma razón, tras terminar la producción de la doceava generación del modelo en 1997, la firma del óvalo puso manos a la obra para desarrollar un nuevo Thunderbird que retomara el lenguaje de diseño del vehículo original de 1955 para aplicarlo a las tendencias que el nuevo milenio traería consigo.
El resultado final de este gran trabajo por parte de diseñadores e ingenieros lo conocimos durante el Auto Show de Detroit 1999, cuando Ford presentó en su stand al primer prototipo del nuevo Thunderbird, un descapotable pintado en un llamativo color amarillo que contrastaba con los interiores de cuero negro. Ford no entregó ningún detalle sobre el rendimiento, aunque todos suponían que bajo el cofre habría un clásico motor americano V8 e incluso quizá alguna versión equipada con un motor de 6 cilindros.
El diseño estaba claramente inspirado en las primeras generaciones del Ford Thunderbird, tomando elementos icónicos del vehículo como los faros y calaveras delanteras, la parrilla ovalada con rejilla a cuadros y la toma de aire en el cofre, además de la configuración descapotable, que también era un clásico de este modelo.
Inicialmente Ford tenía la intención de lanzar este vehículo como un modelo 2000, pero si bien su prototipo tuvo éxito durante el Auto Show de Detroit, la marca decidió detener sus planes por un par de años para generar aún más expectativa entre los clientes, pues no consiguieron el impacto esperado y creyeron que con la espera la gente estaría más deseosa por adquirir el vehículo.
Es así como viajamos hasta 2002, cuando Ford lanzó al mercado por fin al nuevo Thunderbird, utilizando el diseño que brilló en Detroit y entregando muy pocos cambios respecto al mismo. En su primer año el Thunderbird tuvo un éxito bastante mesurado y si bien logró cumplir con los objetivos de ventas planteados originalmente por la marca, no logró ser el bombazo del mercado que esperaba la firma con sede en Dearborn.
El modelo se construyó sobre la plataforma Ford DEW, misma que utilizaban los modelos Lincoln y Jaguar de la época, pues en aquellos años la firma británica pertenecía al fabricante de Detroit y por ello el Thunderbird compartía muchos elementos con el S-Type, uno de los más lujosos de la marca felina.
Bajo el cofre se incorporó un motor V8 de 3.9 litros aspirado naturalmente que entregaba 280 caballos de fuerza, que, si bien no eran nada alucinante, tampoco estaban nada mal para un modelo que pretendía mucho más ser un vehículo lujoso antes que un deportivo de pista, algo que los clientes que adquirieron uno durante el primer año agradecieron.
Lamentablemente para Ford, la popularidad de la que gozó el modelo en su primer año se diluyó en los siguientes dos años, bajando de las 25,000 unidades vendidas durante el primer año, hasta 11,998 unidades para el segundo y tan solo 9,548 en 2005, año en el que Ford decidió que era hora de poner fin a este estrepitoso fracaso.
Si bien no hay un motivo claro por el cual este modelo fracasó, muchos apuntan que se trata de una combinación de factores que acabaron por destruir al modelo, en los que influye la pérdida de la popularidad con el paso de los años, el hartazgo por lo Neo-Retro que sentía la gente al inicio del nuevo milenio, y en general a la baja confiabilidad que Ford entregaba por aquellos años a sus clientes.
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