China creó un bosque de la nada para lograr lo imposible: una carretera de 550 km que atraviesa todo un desierto

Una carretera de más de 500 kilómetros en China cruza uno de los desiertos más inhóspitos y áridos del planeta, el Taklamakán, también conocido como el ‘Mar de la Muerte’. Los caminos que atraviesan paisajes similares tienen como enemigo a la arena, que termina por sepultarlos, pero esta carretera tiene un haz bajo la manga: estar flanqueada por un cinturón verde de más de 2 millones de árboles que la protege de las implacables tormentas de arena.

Con una longitud total de 552 kilómetros, la autopista de Tarim conecta las ciudades de Luntai y Mifeng en el noroeste de China. Fue construida principalmente para el transporte de petróleo y gas, pues el desierto de Taklamakán alberga vastos yacimientos de estos recursos. De sus más de 550 kilómetros, unos 446 atraviesan directamente el desierto, un paisaje dominado por dunas y temperaturas que oscilan entre los 50°C durante el día y los -40°C por la noche. Lo normal, pues.

La construcción de la carretera Tarim comenzó en 1993 y fue completada en tiempo récord en 1995, un ejemplo más del músculo chino para realizar proyectos de gran escala. También es conocida con otros nombres, como Shamo Highway, Cross-Desert Highway o autopista Taklamakan.

La Muralla China verde

El cinturón verde que protege esta carretera es una obra de ingeniería biológica. Extendiéndose a lo largo de 400 kilómetros con hasta 70 metros de ancho a cada lado de la carretera, esta “muralla vegetal” está compuesta por unos 2 millones de arbustos y árboles, equivalente a unas 3,000 hectáreas de vegetación, incluyendo especies adaptadas como los sauces. En la vista satelital de Google Maps se alcanza a identificar esta vía, con sus varias hileras de árboles a cada lado de la pista.

Una única carretera te espera en esta autopista. Foto: Pravit, via Wikimedia Commons

Este esfuerzo es parte de un plan de reforestación del desierto de Taklamakán y busca proteger no solo la carretera, sino también a las comunidades locales y otras infraestructuras clave. El agua proviene de cientos de pozos que el gobierno chini instaló a lo largo del camino, separados cada 1 o 2 kilómetros. El líquido es bombeado desde un acuífero subterráneo que contiene 36,000 millones de metros cúbicos de agua, y que fue descubierto (qué suerte) en 2003. Un avanzado sistema de riego por goteo garantiza que cada planta reciba el agua necesaria para sobrevivir en estas condiciones extremas.

Pero el mantenimiento de este cinturón verde no se da por arte de magia. En realidad, depende de miles de trabajadores que viven literalmente en el desierto, en estaciones ubicadas cada 4 kilómetros. Estas parejas de trabajadores viven aisladas, enfrentándose a temperaturas y condiciones de vida desafiantes. Debido a la dureza del empleo, su permanencia en estas estaciones está limitada a dos años.

Con todo, recorrer esta autopista es una experiencia única. Con solo una gasolinera de PetroChina y unos pocos restaurantes a lo largo de su extensión, cruzarla en coche toma más de nueve horas. Para los conductores de los enormes camiones que transportan petróleo, cada viaje por esta carretera es una aventura que requiere preparación y paciencia.

Imágenes: Wikimedia Commons

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