El mundo automotriz es caprichoso y ampliamente competido en todos los sectores del mundo, prácticamente cada día aparece un nuevo fabricante que busca competir de lleno contra los gigantes que hoy dominan la industria y que tiene ideas innovadoras para reinventar la fabricación, las prestaciones o la propulsión, aunque esto no es exclusivo de nuestra época, pues se ha dado desde los inicios de la industria, tal como pasó con Borgward.
La historia de esta empresa se remonta a los años 20, cuando Carl F.W. Borgward, un técnico mecánico que trabajaba fabricando radiadores y salpicaderas para los autos de Lloyd, decidió expandir su empresa y crear el primer vehículo de la marca que llevaría su apellido, trabajando arduamente en el diseño del modelo.
Los trabajos de desarrollo y diseño comenzaron en 1919, y para 1924 el primer proyecto estaba terminado y recibía el nombre de Blitzkarren, que se traduce al español como auto relámpago. Este era un modelo pequeño de 3 ruedas, diseñado para agilizar la movilidad en las ciudades y transportar cargas de mercancía pequeñas, por lo que se volvió ampliamente popular en Alemania por su bajo costo y alta practicidad.
Aquellos no eran años fáciles para Europa, el término de la primera Guerra Mundial había provocado una enorme pobreza entre los habitantes y Alemania, quien había perdido la guerra, recibió castigos monetarios y de territorio, por lo que se necesitaba más que nunca activar la industria nacional e impulsar la producción de cualquier cosa que pudiese generar ingresos para el país.
Poco a poco Borgward ganó popularidad en Alemania con sus modelos, por lo que en 1937 decidieron lanzar su segundo vehículo, el Borgward 200, al que le siguió el modelo 2300, que se mantuvo en producción hasta 1942, cuando la Segunda Guerra Mundial obligó a la firma a cesar su producción.
Tras concluir la guerra, Borgward se expandió y se comenzó a vender bajo cuatro marcas distintas en el continente; Borgward, Hansa, Goliath y Lloyd, lanzando al mercado innovadoras soluciones de movilidad como el Borgward Hansa 1500 o el Borgward Isabella de 1954, que se convirtió en un ícono de la firma germana, además de soluciones de transporte como el P100, que implementó una innovadora suspensión neumática.
Lamentablemente la innovación tecnológica no fue suficiente para salvar a este fabricante. Los costos de comercializar bajo cuatro marcas distintas y el costo de desarrollo tecnológico eran sumamente elevados para su época y no le permitían a la marca competir en precios contra gigantes de la industria en desarrollo como Opel y Volkswagen, por lo que poco a poco se fue quedando rezagada hasta que finalmente, en 1961, la empresa fue forzada a liquidar a sus trabajadores.
Sin embargo, en España, Iso Motor Italia, una pequeña licenciataria que producía el Isetta, decidió hacerse con los derechos de Borgward en 1960, tras un cúmulo de negociaciones difíciles, estableciendo la fábrica Iso Borgward Española S.A, en el barrio de Carabanchel, en Madrid, aunque el cierre de la matriz germana al año siguiente impidió al dueño de Iso, Eduardo Barreiros, adquirir los restos de la empresa, pues tras su cierre, en México un grupo de empresarios se contactó para adquirir sus derechos.
Fue así como, tras la bancarrota, en 1963 comenzó una operación enorme para transportar los restos de Borgward a México, lo que incluía 44 kilos de planos, 34,000 dibujos de ingeniería, siete toneladas y media de maquinaria, herramienta, guías y muebles y las patentes de la marca en 72 países, que fueron vendidos por la cantidad de 12 millones de dólares a los mexicanos.
Los nuevos dueños de la empresa mantuvieron en secreto las operaciones para establecer su marca en el país, pues las regulaciones mexicanas de aquel entonces prohibían la importación de motores y componentes mecánicos, además exigían a las marcas usar al menos un 60 por ciento de componentes de manufactura mexicana en los autos, lo que complicaba las labores de la marca en su nueva planta de Monterrey, Nuevo León.
Aun con esto, Borgward logró comenzar a trabajar en nuestro país y en 1967 lanzó al mercado su primer auto completamente fabricado en México, logrando un máximo de producción de 180 unidades por mes y aunque los dueños creían que en algún momento podrían alcanzar las 1500 unidades mensuales, sus sueños rápidamente cayeron en picada, pues en 1970 se detuvo completamente la producción en el país.
La marca entonces murió finalmente tras esta dolorosa caída en suelo mexicano y no se levantaría de ahí hasta 2008, cuando fue revivida por Christian Borgward, nieto del fundador de la marca, quien con la asistencia de inversión china regresó a la marca, lanzando en 2015 su primer auto, el BX7, un SUV de tamaño pequeño que simbolizó el regreso tras 45 años de haber dejado atrás la producción.
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