¡Otra vez lunes! Pasaste un excelente fin de semana, en compañía de tus seres queridos, durmiendo hasta tarde y ocupando tu tiempo en cualquier cosa que no sea trabajar. Diste rienda suelta a los antojos, olvidándote de la dieta que asola tu vida de lunes a viernes.
Fue uno de esos fines de semana tan geniales que te provoca tristeza llegar al domingo por la noche, justo al momento cuando debes comenzar a preparar las cosas para iniciar la nueva semana. Como sea, fue un fin de semana genial y así deseas iniciar la semana. ¿Qué podría echar a perder el recuerdo de estos dos días geniales?
1.- Un kilométrico embotellamiento provocado por…
La lamentable volcadura de un camión en los carriles centrales de esas "vía rápida" que siempre utilizas para ir a tu trabajo. Sales de tu casa y en menos de diez minutos ya estás enfrascado en un embotellamiento que retrasará la llegada a tu oficina, por lo menos una hora.
2.- ¿Qué se me olvidó hacer el fin de semana?
Sales de tu casa café en mano, enciendes la radio y enfilas rumbo a la oficina. De pronto, una campanita suena en el interior de tu cabeza. Algo tenías que hacer el fin de semana, aprovechando el tiempo libre, pero ¿qué era? Por más música que escuchas no logras recordar.
De pronto, el ver un auto pintado en dos tonos, equipado con torreta y luces de amenazantes colores en el toldo te hace recordar: ¡tenía que haber llevado el auto a verificar! ¿Qué queda por hacer? ¿Regresar a casa y guardar el coche? ¿O dejar que el destino haga lo suyo, llegar a la oficina, pedir permiso para salir a verificar tu auto, rogando al Todopoderoso que ningún patrullero se le ocurra observar el cristal trasero de tu auto.
3.- Auto al piso
No hay nada que desmorone más el ánimo, que salir un lunes por la mañana, dispuesto a iniciar una nueva semana y descubrir que tu auto se encuentra en el piso, debido a una llanta baja. ¿Acaso ese tac tac tac tac que escuchaste el fin de semana al salir con la familia era un ominoso clavo que se dio a la tarea de dejar escapar el aire del neumático durante dos días?
Ni modo, a quitarse la ropa de trabajo, vestir pants y tratar de cambiar la llanta lo más rápido posible para que el retraso sea lo menos doloroso posible. Es lunes y a tu jefe no le parecerá tan gracioso que llegues tarde luego de haber descansado dos días.
4.- Café en mano y…
No hay nada que arruine más el recuerdo de un estupendo fin de semana que ir manejando y de pronto, por culpa del conductor de enfrente, dar un violenta frenada que provoca que algunas gotas del café que llevas en la mano salgan volando y caigan en tu impecable camisa, dejando esas terribles manchas que te acompañarán durante todo el día.
¿Por qué no has hecho como tu vecino, que siempre lleva una camisa de repuesto en el coche? Bueno, no importa que tan duro esté el calor, éste será el día ideal para no quitarte el saco durante toda la jornada laboral.
5.- Que a tu auto se le ocurra…
Sales de casa, con una sonrisa en la boca, dispuesto a iniciar de la mejor manera esta nueva semana. Enfilas por la ruta de siempre y justo cuando avanzas a vuelta de rueda por la “vía rápida” que siempre tomas y de pronto, tu auto comienza a comportarse de manera extraña, hay algo por ahí que no suena bien, sientes como que se está jaloneando ¿o será sólo tu imaginación?
Instintivamente apagas la radio y pones especial atención al inusual comportamiento de tu buen amigo de cuatro ruedas. Tus ojos se posan en el medidor de combustible, en el de temperatura, al parecer todo está en orden.
De pronto te conviertes en el automovilista más creyente del mundo y elevas tus plegarias, pidiendo que nada malo suceda. De pronto, siguiendo al pie de la letra la “Ley de Murphy”, tu auto da unos cuantos jalones más y finalmente se queda ahí, completamente detenido, en el carril de en medio de la “vía rápida”.
¡Trágame tierra! Inútilmente tratas de encenderlo, mientras los automovilistas detrás de ti, comienzan a impacientarse. Luego de algunos minutos te das cuenta de la triste realidad: tu auto no se moverá de ahí, a menos que una grúa venga por él.
Vencido, enciendes las intermitentes, desciendes del vehículo y comienzas a hacer señas a los demás automovilistas para que se desvíen y continúen su camino, mientras tratas de comunicarte con el servicio de auxilio vial.
En ese momento, un solo pensamiento ocupa tu mete: “mejor me hubiera quedado en casa”.
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