Seamos sinceros, completamente sinceros: con algunas honrosas excepciones, el transporte público en México es pésimo. Y al afirmarlo no nos referimos únicamente al precio, que en ocasiones es muy alto, sino a otros detalles que si fuesen diferentes te harían olvidar por un momento el costo elevado.
Malos tratos, unidades en pésimo estado de conservación, asaltos y muchas cosas más fueron las que nos inspiraron para crear este post, que no busca herir susceptibilidades, sino denunciar, de una forma un tanto chusca la terrible realidad que vive el transporte público en nuestro país.
1.- ¿De verdad hay lugar en medio?
Son las seis de la tarde, sales de la oficina a toda prisa en busca de abordar el pesero, camión o colectivo. Para tu mala suerte la unidad va llena, tan llena que apenas si puedes subir el pie al primer escalón de la puerta.
De una forma casi mecánica el malencarado chofer exige de una forma nada amable que te recorras hacia la parte media donde, según él, “todavía hay lugar”. En la zona central del atestado transporte todos van como espárragos en una lata de conserva, con los rostros casi pegados unos a otros. Como puedes, regalando pisotones a todo mundo te acomodas en el área ordenada por el conductor, donde invariablemente te tocará percibir el aliento de otro pobre pasajero, cuyo rostro se ubica a milímetros del tuyo.
2.- ¿Quién planeó las rutas del Metrobus?
Inspirado en el Optibus de Léon, Guanajuato, el Metrobus de la Ciudad de México es un claro ejemplo de lo que sucede cuando le encargas a un neofito la labor propia de un ingeniero, un arquitecto o un urbanista competente.
A diferencia del Optibus que corre por la amplia avenida López Mateos de la ciudad guanajuatense, el Metrobus ha extendido su presencia de una forma desordenada, abriendo rutas en sitios tan impensables como las atestadas calles del Centro Histórico donde apenas hay cabida para el mismo camión articulado.
Dejemos en claro que ese tipo de transporte aplica para arterias amplias y bien planeadas, donde hay espacio suficiente para un carril extra, no en vías donde los encargados de la “planeación” recortan carriles, provocando peores congestionamientos y dejando al resto de los automovilistas menos opciones para circular.
3.- ¿De rincón a rincón todo es asiento?
¿A quién no le ha tocado viajar en horas pico en el metro y de pronto toparse con despreocupados jóvenes que al no encontrar un asiento vacío simplemente se sientan en el piso y estiran las piernas cuan largas son?
Por favor, amables mozos, sean conscientes y no roben más espacio al resto de los mortales que tenemos que viajar a bordo de tan atestado transporte. Si la señora embarazada o la amable viejecita puede realizar su recorrido de pie ¿por qué ustedes no?
4.- ¿Materiales de primera calidad?
¿Alguna vez han observado cómo queda un microbus después de un choque? La próxima vez que tengan tiempo realicen un paseo por Google y se darán cuenta que lo primero que sale volando son los asientos.
Pero ¿cómo puede ser eso posible? ¿Acaso los asientos no son uno de los elementos más seguros del vehículo? Si, claro, de un vehículo manufacturado como debe ser, no de un microbus fabricado por sabrá Dios quien.
Hoy por la tarde, cuando viajen en el “micro”, bajen la vista y descubrirán que en la mayoría de estos arcaicos vehículos los asientos se sujetan al endeble piso de lámina por medio de tornillos y tuercas de los que compras en la ferretería de la esquina.
5.- A oscuras todo es mejor…y más inseguro.
Una de las cosas que no entendemos es aquellos microbuseros que circulan por la noche con los faros apagados. ¿Acaso todos los choferes cuentan con elementos de visión nocturna insertados quirúrgicamente? ¿Lo hacen para alargar la vida de su moribundo acumulador? ¿O simplemente creen estar por encima de la ley para ignorar esta regla básica de tránsito?
6.- Anarquía al volante
En este tema que nos puede dar material para hacer un post tan extenso como la obra de Miguel de Cervantes Saavedra, el último tema que abordaremos es uno de los más frecuentes: el de la conducción anárquica de la mayoría de choferes del transporte público.
Esos que invaden carriles centrales de las vías rápidas y que incluso se atreven a bajar pasaje en el carril de extrema derecha.
Esos que hacen base en los semáforos por uno, dos o hasta tres cambios de luz, creando congestionamientos mayúsculos.
Esos que llegan a un semáforo y haciendo caso omiso de la luz roja, cruzan la calle, como pensando que su unidad es intangible y que viajan solos, sin muchas vidas humanas a bordo.
Son muchos los matices del transporte público en México, así como grande es la necesidad de que los gobiernos estatales pongan manos a la obra para brindar a todos los mexicanos un transporte de calidad, seguro y confiable. A la altura de un maravilloso país como es el nuestro.
En Motorpasión México | Video: Skyrunner, el coche volador que hace parapente