No siempre somos conscientes de cuando vivimos algo por última vez. Hay ocasiones en que esas últimas veces llegan sin avisar, pero hay otras en las que lo sabes tanto, que saboreas cada momento como si fuera la última cucharada de un postre que jamás volverás a probar. Perdón si sueno nostálgico. Se me metió algo en el ojo: el adiós al Audi TT RS. Esto es más que sólo la despedida de un ícono.
Nos estamos quedando sin coupés juguetones. Sin coupés, en general. Vendrán modelos eléctricos que con total seguridad puedo prometer que serán divertidos, pero no con el ronroneo del Audi TT RS, ni llegarán a ser el manotazo en la mesa que el “Te Te” fue en su momento.
A principios del milenio, Audi no se conformó con lanzar simplemente un coupé. Pudieron haber creado un modelo chulo con la misma personalidad del resto de sus modelos, como quizá sucedió con el Porsche Cayman, pero con el TT no fue así. El TT era el TT: un coche que fascinaba —y fascina— por diseño y que conquista con su dinámica. No fue sencillo. De hecho, como dato curioso, Audi tuvo que convocar al taller a las primeras unidades vendidas porque la trasera necesitaba peso extra. Les puso un alerón que lo plantaba mejor a alta velocidad. Quedaba claro que no quería ser un “coche de juguete”, sino un deportivo de verdad con dosis extra de estilo.
Hoy, mucho más maduro y quizá en su mejor momento de ingeniería, el Audi TT ha dejado de producirse. Por lo tanto, el TT RS que llega a mis manos es un juguetazo. El color, el tamaño de los rines, los detalles racing (que son muchos, y qué gusto), la icónica tapa metálica de combustible… todo. Es un coche que inevitablemente llama la atención y que por sus proporciones no llega a ser tan matón como un e-tron GT, pero sí un coupé que se escabulle por aquí y por allá. No es un león, es un guepardo.
El comienzo de una despedida
Me entregan las llaves. Ajusto espejos, asiento y cinturón, y oprimo el botón de encendido. Qué delicia escuchar el cold start del motor turbo de cinco cilindros de Grupo Volkswagen. En el TT RS además hay un botón que abre el escape para alcanzar un petardeo sin pudor. Piénsalo, no nos quedan muchos coches que hagan eso, y este que estás mirando ya dijo adiós.
Lo que sucede después, una vez que lo echas a andar, servirá de explicación para cualquier persona que no entienda nuestra afición a los autos. La sensación de conexión, la rapidez de las reacciones y lo que entra al cerebro a través de los oídos y del tacto es simplemente una delicia. Es una sinfonía de sensaciones digna de un deportivo.
El Audi TT RS es preciso, con una pisada firme y una dirección que responde al más sutil de los movimientos. Se apoya bien en curvas y, por la posición de los asientos y el modo en que funciona el sistema de tracción integral Quattro, da la sensación de que gira sobre su propio eje al momento de tomar curvas. Es una experiencia muy peculiar y poco habitual.
A esta delicia de chasis se suma un motor que suena desbordado de potencia para un auto que apenas mide 4.2 metros de largo, aunque ojo, que sea pequeño no lo hace precisamente liviano. Entre este fierro y aquel, el Audi TT RS pesa 1,515 kg. No es ligero, aunque tampoco lo llamaría obeso. Tiene el peso bien colocado en la parte baja —gracias a la tracción integral— y se nota al pasar por curvas.
Los 400 hp y 354 lb-pie del 2.5 TFSI son la cereza del pastel. Ahí está la gracia de esta versión, la de más alto desempeño. Es un motor con alta capacidad de revolución, pero en cualquier punto del tacómetro se siente responsivo. La transmisión automática de doble embrague de siete cambios está perfectamente programada para sostener las revoluciones o cambiar de marcha rápidamente a la mínima presión del acelerador. Hay varios modos de manejo a elegir, y aunque la personalidad de la caja va cambiando, la deportividad es una constante.
Si eres una persona de números, aquí tienes las cifras: una aceleración de 0 a 100 km/h en cuestión de 3.7 segundos y una velocidad máxima de 250 km/h, limitada electrónicamente. En este auto, la verdad, los números pasan a segundo plano. No son palabras menores decir que el 0 a 100 km/h está por debajo de 4 segundos, pero el encanto del TT RS va más allá del motor. ¿La potencia fascina? Totalmente, pero este auto podría tener 100 hp menos y seguiría siendo superdivertido simplemente por la puesta a punto del chasis y la posición de manejo.
Desde luego, no todo en este auto es miel y gloria. Algún defecto debía tener. Por ejemplo, unos frenos ultracapaces, pero que tienden a rechinar. Unas plazas traseras tan reducidas, al que al abrir la cajuela, el medallón tiene una advertencia para que al cerrar la cajuela no lo vayas a estrellar contra la cabeza de quien va sentado atrás. O un diseño de tablero tan limpio y bonito, que no había dónde poner la pantalla, así que Audi la integró en el clúster digital. Tienes Apple CarPlay justo frente al volante, pero no es táctil; se control desde los botones del volante. No es lo más intuitivo, aunque con el tiempo te llegas a acostumbrar a los mandos.
El equipamiento, aunque no sea su prioridad, es completo. De hecho hay poco lugar a reproches. De serie se incluyen faros Matrix LED, espejo retrovisor electrocrómico, sistema de sonido Bang & Olufsen Premium, insertos de fibra de carbono en el tablero, asientos de ajuste eléctrico y sensores de proximidad delanteros y traseros. Quizá el único aspecto pendiente a completar son las asistencias avanzadas de conducción, que no se incluyeron de serie.
Un ícono difícil de reemplazar
Los años de gloria del automóvil han terminado. Al menos como los conocíamos hasta ahora. El auto eléctrico trae consigo nuevas tecnologías y nuevas fórmulas para llegar a los entusiastas. No será fácil llenar el hueco que deja el Audi TT, pero su carisma puede trascender el tipo de motor. Si Audi decide crear otro pequeño coupé así de vanidoso y de tacto deportivo, podría ser un digno sucesor del TT en una nueva era. Una era en la que, tan pronto como superemos el hecho de que nada volverá a ser como antes, podremos disfrutar de lo que se avecina. Mientras tanto, no nos queda más que enmarcar el recuerdo del TT en un lugar muy especial de nuestra memoria.
