Si bien un coche eléctrico no emite gases contaminantes mientras se desplaza, lo cierto es que no es ecológico por sí mismo, pues su proceso de producción no está libre de huella de carbono, tanto en su reciclaje como en sus componentes, como el demandado litio de sus baterías, cuya extracción puede atentar contra el medio ambiente.
En ese sentido, un nuevo estudio de la Universidad Tecnológica de Texas y publicado por Nature Communications, concluye que muchas de las baterías de iones litio se están concibiendo con sustancias nocivas y contaminantes, tanto para el agua como para el aire, y no sólo en su fabricación, sino también durante su uso y al reciclarlas o desecharlas.
El informe no se opone al coche eléctrico, de hecholos considera "fundamentales" para reducir emisiones, sin embargo, hace hincapié en que no deberían tener "efectos secundarios contaminantes", pues revela que en la fabricación de baterías de iones litio se está utilizando una nueva subclase de perfluoroalquilo y polifluoroalquilo (PFAS), componentes que son "una fuente creciente de contaminación del aire y del agua". Se les conoce como "contaminantes eternos", ya que no se degradan, pues su persistencia ambiental y ecotoxicidad es comparable a compuestos más antiguos, como el ácido perfluorooctanoico (PFOA).
"Nuestros resultados revelan un dilema asociado con la fabricación, eliminación y reciclaje de infraestructura de energía limpia", explican. Y si bien el coche eléctrico es vital para reducir emisiones, se necesita "facilitar tecnologías, controles de fabricación y soluciones de reciclaje que puedan combatir la crisis climática sin liberar contaminantes altamente recalcitrantes".
La presencia de estos contaminantes eternos se descubrió en la investigación mediante muestras de aire, agua, nieve, suelo y sedimentos cerca de plantas de fabricación de baterías en Minnesota, Kentucky, Bélgica y Francia. La concentración de bis-FASI en estas muestras eran "por lo general, muy altas".
Según el estudio, estos bis-FASI son tóxicos para animales y plantas acuáticos, ya que pueden afectar su metabolismo. El efecto en seres humanos no se ha estudiado, aunque señalan que otros PFAS se vinculan al cáncer o la infertilidad, entre otros. No solo en agua, pues también pueden cubrir largas distancias si se concentran en el aire, por lo que zonas lejanas a las fábricas también podrían verse afectadas.
La solución no está en dejar de fabricar baterías, sino en mejorar los procesos tomando esto en cuenta. Y es que no sólo los coches eléctricos las necesitan, también un sinfín de productos electrónicos como los teléfonos celulares. Las de los coches son más grandes eso sí, y crecerán exponencialmente según crezca su demanda.
Los datos demuestran que estas concentraciones de bis-FASI podrían reducirse en el agua con carbón activado granular e intercambio iónico. Estos métodos ya se utilizan para eliminar los PFAS del agua potable. Pero también debería aplicarse en caso de desecharlas o reciclarlas. Los investigadores tomaron muestras de vertedores en Estados Unidos, donde también se encontraron estos compuestos. En todo caso, se reciclan pocas baterías: un 5 % según este estudio. Así, prevén unas 8 millones de toneladas de residuos generados por estos dispositivos para 2040.
Definitivamente, el argumento del estudio es que es esencial mejorar los procesos de fabricación de baterías para minimizar la huella medioambiental. Esto ocurre con los propios coches eléctricos, cuya producción tiene una huella de carbono más elevada que los de gasolina, de acuerdo con un estudio publicado por Volvo. Esto se debe a los gases de efecto invernadero provocados por extracción y procesamiento precisamente del litio, que se suma a los del acero o aluminio también presentes en los coches y en las propias baterías.