Me fascina el sonido de los motores de combustión y la linealidad de su respuesta, pero no me puedo cerrar a un futuro… no, a un presente, en el que la electrificación ya ha cobrado tanta relevancia. Ya no hablamos sólo de eficiencia y de cómo obtener más kilómetros por carga, ahora también vamos pensando en cómo llevarnos la industria entera hacia lo que hace años llamábamos propulsores alternativos y que hoy ya se perfilan a convertirse en la única opción.
Los espectaculares BMW M2, M3 o M5 mantienen sus motores de combustión y así lo harán por un buen puñado de años. ¿Qué hay con la gama iPerformance, con el i3 y con el i8? Por años han sido sinónimo de innovación en la firma alemana, pero no se había hablado mucho de la experiencia de manejo… hasta ahora.
¿Qué hay en un BMW Driving Experience?
Un Driving Experience de BMW se trata, como tal, de una experiencia reservada para los clientes de la marca en la que pueden disfrutar de las cualidades de los diferentes vehículos de la gama en situaciones extremas en pista: conducción deportiva, consejos de seguridad o una fusión de ambos. La entrada de la letra i sólo suma que entre esos modelos ahora hay versiones híbridas y eléctricas.
Nuestra mañana con BMW comenzó con un eslalom a bordo del i3, el eléctrico de la casa. Su construcción ligera, el centro de gravedad bajo y la inmediatez en la respuesta del motor eléctrico compensan la falta de una puesta a punto completamente deportiva para esta prueba. Y quizá sea este el punto más importante a destacar: cómo cambia el comportamiento de un coche híbrido o eléctrico respecto a uno “convencional”.
La teoría siempre ha estado ahí para leerla y, sin embargo, es hasta la práctica donde se termina de comprender cómo la electricidad puede cambiar la manera en que conducimos. El impulso que te da el par instantáneo, la constante intervención del frenado regenarativo y la importancia de una construcción ligera en un vehículo que debe enfrentarse ante el peso de las baterías y su colocación en el chasís para mantener correcta la distribución de peso.
Más allá de las maniobras de frenado a fondo en un BMW 330e o un 540e, o las pruebas estilo todoterreno en un BMW X5 híbrido, el máximo exponente de todas estas tecnologías es el BMW i8: un deportivo con silueta de prototipo, que disfrazado de negro y entre las penumbras pasaría como al Batimóvil del futuro. Es ágil, mantiene vivo el motor de combustión y se apoya por completo en un eléctrico que además le permite circular en modo eléctrico por alrededor de 50 kilómetros.
Da gusto que la filosofía de “el placer de conducir” vaya permeando hacia los vehículos ecológicos de la casa, aunque a las pruebas les hizo falta justamente eso: una explicación de cómo optimizar el uso de energía para sacarle el mejor partido posible al frenado regenerativo, al impulso eléctrico y a todos los indicadores que tiene el vehículo para optimizar el rendimiento sin que esto implique ir deteniendo a los coches que circulan detrás.
Con el paso del tiempo se irán perfeccionando las actividades del BMW i Driving Experience. El hecho de que la marca se interese por darle visibilidad a estos productos nos habla de su intenso programa de electrificación, que obedece a la estrategia de tener toda una gama de este tipo en 2025. El próximo año llegará un MINI eléctrico y un año después se sumará un X3 con estas características. El futuro nos ha alcanzado.